Los retiros, realizados con conciencia y objetivos son experiencias totales y únicas. Son aceleradores de procesos, un retiro puede ser equivalente a meses de terapia, pues propician las condiciones necesarias para vivencias y comprensiones que no se dan fuera de ese espacio seguro.
En un retiro, más allá del contenido, se potencia la liberación y superación de aquello que en ese momento necesitas y tenías pendiente contigo mismo, es sin duda de los mejores auto regalos que puedes hacerte.
Algunas personas tienen miedo a un retiro por lo desconocido y por su asociación con ideas sectarias o autoritarias, y aunque aún se pueden encontrar estas energías egoístas e alguna parte desde luego no es nuestro caso !
El miedo simplemente refleja el anhelo que uno tiene por vivir algo que desea a la par que inquieta, igual que enamorarse de ti mismo o del otro y bailar con total libertad.
¿ POR QUÉ ESTOS RETIROS SON DIFERENTES?
Gracias a Pilar Baz por sus fotografías.
Aperitivo de nuestro próximo encuentro de yoga&tantra&mindfulness creativo en la playa y en familia.
Testimonio de nuestro caminante Chesus en nuestro mágico retiro, ¡gracias por tu compartir!
Practicamos yoga y meditación en la playa en un horizonte marino, único y hebocador.
``Gracias a todos y a mi querida Andrea Mayren por organizar estos retiros tan especiales y abrirnos los ojos del alma. Se que tengo mucho trabajo por hacer pero contigo es todo un poco más fácil.`` Azucena.
RELATO DE NUESTRO COMPAÑERO ALEJANDRO SOBRE EL RETIRO EN ALBERITE, NOVIEMBRE 2018
Yo bailaba con los ojos dos veces cerrados: cerrados como los cierran los niños para no tener vergüenza, y cerrados porque los había cubierto con un antifaz que, todavía recordaba, había comprado en no sé qué bazar chino hace tantos años, un antifaz feo y triste, todavía pensaba, como tristes calcetines de rombos, un antifaz que nunca había metido en la lavadora etc. Pero aquí se detiene el pensamiento y empieza la música. Primero el asombro de que no me importe una mierda lo bien o mal que bailo, luego solo la música: ritmo, golpes de pies descalzos en el suelo de madera, sonidos arriba, sonidos abajo, sonidos looping, también bellos seres que por aquí andan, bailan, que rozo o toco o abrazo. Y los ojos dos veces cerrados me llevan dos veces adentro. Dónde es adentro no lo sé, pero es agradable y tibio y oscuro, y el tiempo se estira o deforma, no corre igual. Andrea baila ahora conmigo, lo sé porque la oigo reir aquí, tan cerca; luego soltamos nuestras manos y yo sigo bailando y ella va y viene como un viento, y nos alienta y perfuma, creo. Cuando, tiempo después, abro los ojos, la sala me recuerda el final de una verbena, el final de una larga escena de fiesta, música, noche, amistad, algo como una romería, con personas amables, hermosas, sentadas o tumbadas en el suelo, arropadas y arropándose. Bailo todavía un poco, ahora con los ojos intermitentes, luego me dejo caer. No hace falta que me lo diga, que me lo cuente, que me lo escriba: me siento tan tan tan bien…
Hacemos juntos las cosas que importan: recitar o cantar mantras, comprar un decímo de lotería, abrir los ojos, cerrar los ojos, desayunar en silencio, mover colchones para buscar la noche o mesas para buscar el sol, otra vez bailar, llegar tarde a los sitios. Nos miramos a los ojos y nos miramos en los ojos, y en poco tiempo lo que afuera es a veces tan difícil aquí es espontáneo, es natural: la mirada, el abrazo, la risa, el pijama rosa. Somos niños en una colonia de verano, niños a veces en revoltijo y travesura, otras tan serios, siempre niños confiando en la misma monitora.
Perfeccionamos sobre todo el abrazo. Abrazamos a nuestro hermano de taller, a los compañeros de prácticas, nos abrazamos en grupo… El abrazo es enseguida un gesto, una extensión de la sonrisa, algo tan natural como caminar. El domingo, antes del vermut y del vino, dibujamos en el suelo de la sala un tapiz de abrazos, un enredo de extemidades, de piel, de pelo, de olores. Estamos amontonados y siento ganas de gritar, de gritar triunfalmente «¡somos mamíferos, joder, somos mamíferos!» Y héroes: todavía bailamos, en corro, todavía cantamos «we can be heroes».
Volvemos a Zaragoza en mi coche: Alicia, Antonio-Toño y yo, Alejandro. Somos AAA, se me ocurre, somos las más alta calificación financiera, somos la hostia. Hablamos de amor y amores y yo no sé ni en qué carril de la autopista estoy. Pienso, casi grito «¡no somos inversores, somos mamíferos!» Ando en una nube, en una borrachera sin vino: no sé si Alicia y Antonio-Toño se dan cuenta, pero conduzco francamente mal. Ya en casa, todavía escribo a Andrea una declaración de amor total ( estoy en lista de espera, todo se andará ) : no olvidaré este retiro, esta borrachera, esta alegría.
Semanas después, se desvanece poco a poco, cómo no, la borrachera: ahora veo y respeto los semáforos. Pero permanece, como un poso, una alegría que ( así lo siento) por muchos contratiempos y a pesar de la inercia que, lo sé, me lleva más al drama que a la risa, es duradera y esencial: la alegría como certeza y, tal vez,cimiento.
Me llevo de Alberite que ahora puedo, en letras grandes, en mayúsculas, y casi sin sonrojarme, ahora puedo escribir la palabra amor. La palabra AMOR. Gracias, Andrea...
`` Hace una semana me erais completamente desconocidos y tras estos días de agitación, revoltijo...me siento diferente, veo, huelo, siento, respiro! Gracias por esa capacidad de expresaros libremente, estoy aprendiendo de ello. ¡Gracias Andrea por transmitirnos el aprender y crecer hasta florecer!`` Shira.
``Gracias a cada uno por vuestras aportaciones a esta experiencia maravillosa, tan humana y enriquecedora que he tenido el privilegio de compartir. Hoy parece que el sol brilla de otra manera.`` Raúl y Davinia.
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